Diálogo Interreligioso
Después de 1989, con el final de la Guerra Fría, la caída del muro de Berlín y los grandes cambios europeos, se encendía para tantos ciudadanos y países la esperanza de una paz duradera. En realidad, una nueva situación de incertidumbre y de inseguridad se ha difundido progresivamente en la escena mundial. El pluralismo religioso es una condición existente en la mayoría de las sociedades actuales, que debe ser protegido allí donde pudiera verse amenazado, ya sea por la amenaza del terrorismo o por cualquier otro tipo de amenaza a la libertad y a la convivencia.
Las religiones no pueden servir nunca de coartada al odio o la violencia, pues todos somos hijos de un mismo Dios. El fundamentalismo es una enfermedad letal para las religiones y para las culturas, porque separa de los demás, hace prisionero de una cultura del enemigo y estimula la violencia.
A quienes creen que la violencia y el terrorismo son la única salida posible, los religiosos les dicen: libraos de este pesimismo opresor, que crea un mundo de muros y de enemigos, donde resulta imposible vivir seguros y en paz. Hay que alentar la convivencia pacífica.
Los representantes religiosos afirman con fuerza que la tolerancia y el respeto están escritos en lo más profundo de sus tradiciones religiosas, y por tanto se empeñan en tomar distancia del odio y de los conflictos.
Los representantes de la Internacional Demócrata de Centro renuevan su propio empeño personal y común para el fortalecimiento pacífico de las democracias en el mundo, y no quieren ser indiferentes al sufrimiento y las injusticias, comprometiéndose a poner el bien común como su objetivo principal.
Los representantes políticos aprecian de corazón el esfuerzo, la comprensión, las aportaciones y las palabras de todos los representantes religiosos que han trabajado hoy para aceptar el reto de llevar a cabo en Madrid este primer encuentro interreligioso de la IDC.
Las diferentes confesiones religiosas tienen una gran influencia espiritual y humana que no puede ser ignorada. Las religiones propugnan un profundo respeto a la persona humana. No hay que olvidar que no hay verdadera religión que no parta de este concepto: todas las religiones defienden la dignidad de la persona humana.
La influencia de la religión aparece hoy, más que nunca, como un preciado tesoro que hay que compartir y hay que utilizar en la construcción de un mundo mejor para las nuevas generaciones. Los políticos, por su parte, saben que la sociedad del futuro y su desarrollo se puede obtener solamente a través del ejercicio sincero del sistema democrático y de la libertad.
Las verdaderas civilizaciones y las grandes religiones son, por definición, portadoras de valores universales positivos tales como la democracia, la libertad, la justicia, la igualdad, el Estado de Derecho y los derechos humanos y pretenden, también por definición, la unión de los hombres.
Por lo tanto se considera interesante y fructífero que los representantes religiosos, que constituyen un elemento importante de la sociedad civil, y los líderes políticos, actúen juntos y se movilicen para construir y promover la convivencia abierta y democrática de nuestras sociedades.
La Internacional Demócrata de Centro en colaboración con representantes de las grandes religiones, quieren seguir promoviendo encuentros abiertos y constructivos, para que sea un hecho la colaboración en el reforzamiento democrático y el desarrollo económico y humano de nuestras sociedades en un contexto de paz y de seguridad mundiales.
Hacemos así realidad el compromiso de fortalecer todas las formas de diálogo intercultural e interreligioso, para que todas las sociedades y todos los países del mundo consoliden el entendimiento mutuo y la tolerancia como principios inquebrantables.
Los representantes religiosos y los líderes políticos, reunidos hoy en Madrid, expresan su voluntad de continuar colaborando y encontrarse nuevamente, para trabajar por una convivencia pacífica en cada país y de unos países con otros, en libertad y en democracia, teniendo como base la igualdad entre los hombres, que es un ideal compartido por todos.
Juntos, hemos de responder a las expectativas de nuestras sociedades en los campos del desarrollo, del progreso y de la democracia. Y paralelamente, hacer todos los esfuerzos posibles para reducir las tensiones, reducir los conflictos, acabar con el terrorismo en el mundo y garantizar la estabilidad y la seguridad para todos.
Hemos de responder a las amenazas graves contra las conquistas realizadas con el esfuerzo de siglos y de millones de hombres en los campos político, moral, social, cultural y espiritual.
Tenemos la responsabilidad de asegurar a nuestros ciudadanos el poder vivir en libertad y con seguridad, favoreciendo la cooperación y la solidaridad. Propugnamos la tolerancia y el encuentro.
La tolerancia desautoriza el pesimismo miope de los que dicen que no es posible la convivencia entre los hombres y que las heridas de errores pasados son una condena al odio para siempre. La tolerancia, dentro del respeto de la ley y de los derechos fundamentales de la persona, es un bien que ha de ser cultivado por las religiones, por las culturas, por los que tienen la tarea de gobernar la sociedad, y en la que deben ser educados los más jóvenes.
El encuentro, por su parte, es la elección de los valientes de corazón. Un encuentro sincero no debilita la identidad de nadie. El encuentro anima a cada hombre y a cada mujer a ver lo mejor de los otros y enraizar en lo mejor de uno mismo. El encuentro es una medicina que cura las heridas y que abre el único destino posible del hombre, de las culturas, de las civilizaciones y de las religiones: vivir juntos en este planeta que hemos de ofrecer a las nuevas generaciones más habitable de lo que es hoy.
En estos momentos históricos en el que el Este y el Oeste de Europa se dan la mano, hemos de aspirar a conseguir el encuentro definitivo entre el Norte y el Sur. Un nuevo espíritu de solidaridad entre los hombres debe hacerse visible haciendo de la lucha contra la pobreza y de la defensa de los derechos humanos prioridades inaplazables de cualquier sociedad moderna.
El nacimiento de una verdadera comunidad internacional, la protección de las diferentes culturas y religiones, la lucha contra el racismo y la xenofobia, la lucha contra el terrorismo, la protección de los más débiles, la alfabetización y el acceso de todos a la cultura, el desarrollo económico y la erradicación de la pobreza, la prevención de enfermedades que afectan particularmente a los países más pobres, constituyen un paso adelante para la humanidad.
El mundo que queremos construir debe estar basado en el respeto de las diferentes religiones y culturas, así como en el respeto de los derechos humanos fundamentales, que constituyen la base de la convivencia, la paz y la estabilidad en unas sociedades cada vez más interdependientes.
Y donde el desarrollo y la promoción de los valores democráticos y el respeto a la dignidad humana deben de ser valores fundamentales.